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La solidaridad hace mas felices a las personas y vivir mas tiempo



Las personas que practican actividades de voluntariado viven durante más tiempo que aquellas que no lo hacen. Eso sí, siempre y cuando sus motivos sean ayudar a los demás, según un estudio publicado hace poco en la revista Health Psychology que también reveló que los voluntarios que optan por ayudar por "satisfacción personal" o para "sentirse mejor consigo mismos" no obtienen ningún beneficio sobre su salud.

Sara Konrath y sus colegas de la Universidad de Michigan (EE UU) llegaron a estas conclusiones tras trabajar con 10.000 sujetos de diferentes edades y comprobar que en un plazo de 4 años las posibilidades de sobrevivir eran un 3% superiores entre aquellos que practicaban el voluntariado. Konrath atribuye este aumento de la longevidad a que al preocuparnos por los demás ?se desactiva las respuesta de estrés del organismo y se liberan hormonas como la oxitocina que restablecen la función fisiológica normal?.

La solidaridad reside en el cerebro
¿Es usted solidario individualista? La diferencia entre ambos rasgos de la personalidad reside en laamígdala, una estructura cerebral de la que también brotan emociones como el miedo o la rabia, según un estudio publicado en la revista Nature.
La forma en la que las personas prefieren dividir los recursos entre ellos mismos y otros es una característica estable de la personalidad. Los individuos prosociales, que suelen trabajar de forma que benefician a otros, prefieren maximizar los recursos para sí mismos pero también les gusta que otros tengan recursos similares. Los individualistas, por el contrario, prefieren maximizar recursos para sí mismos con independencia de la cantidad existente para los demás.



Para averiguar de qué modo optamos por una u otra actitud, científicos japoneses del Instituto de Neurología de la Universidad de Tamagawa pusieron en marcha una serie de experimentos. Los resultados mostraron que a las personas prosociales no les gustaban los escenarios injustos y respondían de forma acorde mientras que las decisiones de las personas individualistas no se veían influidas por lo justa que fuera la situación. Los investigadores descubrieron que la actividad en la amígdala del cerebro difería entre estos dos grupos, con una mayor actividad en las personas prosociales que mostraban aversión a la desigualdad.

El hallazgo descarta las teorías anteriores que sostenían la existencia de una respuesta automática egoista, que considera el beneficio de uno mismo, y que es el córtex prefrontal el que controla ese impulso y nos convierte en individuos solidarios.
El altruismo y el sentido de la justicia aparecen antes de aprender de hablar
Un estudio de la Universidad de Washington (EE UU) demuestra vez que el sentido de la justicia y el altruismo surgen con tan solo 15 meses de edad., mucho antes de lo que se pensaba. Según publican Jessicca Sommerville y sus colegas en la revista PLoS ONE, en una serie de experimentos con medio centenar de niños comprobaron que los bebés perciben a estas edades las diferencias entre la distribución igual y desigual de la comida. Concretamente, mientras los bebés observaban cómo se repartía galletas o leche, se daba el fenómeno de "violación de las expectativas", que hacía que los niños pasaran más tiempo mirando la comida cuando las cantidades del reparto les sorprendían. 
Por otra parte, para analizar si el sentido de justicia de los bebés está relacionado con su voluntad de compartir, los investigadores hicieron una segunda prueba en la que les pedían compartir un juguete a elegir entre uno favorito y otro más sencillo. Y observaron que los bebés que eran más sensibles a la distribución equitativa de los alimentos también fueron más dados a compartir su juguete preferido. Concretamente el 92 por ciento de los bebés que compartieron su juguete favorito pasaron más tiempo mirando a la distribución desigual de los alimentos, mientras que el 86 por ciento de los bebés que compartieron el juguete que menos les gustaba se extrañaron más cuando se produjo una distribución justa. Los científicos concluyen que las diferencias en la tendencia al comportamiento altruista aparecen a edades muy tempranas, y que los educadores deberían tenerlo en cuenta.


Autores: Elena Sanz

William Kamkwamba - EL JOVEN AFRICANO QUE SALVÓ A SU PUEBLO DEL HAMBRE

william-kamkwamba
Para alimentar la casa de su familia, el joven William Kamkwamba construyó un molino de viento que produce electricidad a partir de piezas de repuestos y recortes - él comienza un viaje se detalla en el libro "El niño que aprovecho lo que el viento se llevó" y la nueva película, "William y el molino de viento". 




















William Kamkwamba, de Malawi, es un inventor nato. Cuando tenía 14 años, construyó un molino de viento produce electricidad a partir de piezas de repuesto y la chatarra, utilizando para ello planes ásperas que encontró en un libro de la biblioteca llamada Uso de la Energíay su modificación para adaptarse a sus necesidades. El molino de viento se construyó poderes cuatro luces y dos radios en su domicilio familiar.
Después de leer sobre Kamkwamba en el blog de ​​Mike McKay Hactivate (que recogió la historia de un periódico local Malawi), TEDGlobal Director de la Conferencia Emeka Okafor pasó varias semanas localizarle en su casa de Masitala Village, Wimbe, y lo invitó a asistir a TEDGlobal en un compañerismo. En el escenario, Kamkwamba habló de su invento y compartía sus sueños: la construcción de un molino de viento más grande para ayudar con el riego para todo su pueblo, y para volver a la escuela.
Siguiendo conmovedora charla de Kamkwamba, hubo un gran apoyo para él y su trabajo prometedor. Los miembros de la comunidad TED se reunieron para ayudar a mejorar su sistema de energía (mediante la incorporación de la energía solar), y ampliar su formación a través de la escuela y tutorías. Proyectos posteriores han incluido agua potable, prevención de la malaria, la energía solar y la iluminación de las seis viviendas en su complejo de la familia; un pozo de aguas profundas con una bomba de energía solar para el agua limpia, y un sistema de riego por goteo. Mismo Kamkwamba regresó a la escuela, y ahora asiste a la Academia de Liderazgo de África, una nueva escuela preparatoria panafricana las afueras de Johannesburgo, Sudáfrica.
La historia de Kamkwamba está documentada en su autobiografía, The Boy Who aprovechado el viento: La creación de corrientes de Electricidad y Esperanza . Un documental sobre Kamkwamba, llamado William y el molino de viento , ganó el largometraje documental Premio del Jurado en el SXSW en 2013 ( ver un trailer ). Usted puede apoyar a su trabajo y otros inventores jóvenes en MovingWindmills.org .
Fuente: Blog TED

Paralizada, aprendí a “hablar” con mis ojos

POR NATALIA BONETTI PROFESORA DE FÍSICA, ORIENTACION EN CIENCIAS NATURALES, AFECTADA POR SINDROME DE ENCLAUSTRAMIENTO.

Otra vida. Hace cuatro años, Natalia sufrió un ataque cerebral poco común. Sus áreas intelectuales y afectivas quedaron intactas pero sólo puede mover sus ojos. Se lo conoce como síndrome de enclaustramiento. Pese a ello, no se deja estar: hoy, a los 29 años, ha logrado pequeñas gigantes mejoras y se anima a soñar algún proyecto.

26/10/13
Estuve como muerta la noche del domingo 7 de junio de 2009. Cuando desperté me vi desnuda, apenas cubierta con una sábana, en una sala de terapia intensiva. Me pregunté por qué estaba ahí, qué me pasaba, por qué de prontono podía ni hablar ni mover un solo músculo de mi cuerpo. Era invierno y faltaba poco para mi cumpleaños. Hoy, después del estallido atómico, como suelo llamar a lo que me sucedió aquel día, aprendí a hablar con los ojos y entiendo todo lo que pasa y me pasa. Los que no me conocen suponen que no percibo nada de lo que ocurre alrededor mío. Y como ven que estoy en silla de ruedas y no emito sonidos claramente definidos, suponen que vivo en una especie de mundo extraño, aislado, paralelo. Pero no es así. Y de eso voy a hablarles. Los lectores de estas líneas deben saber que estas palabras fueron dictadas letra por letra y palabra por palabra con mis ojos a gente de mi entorno más querido. Me gustaría que quienes lean esto se animen después a preguntar lo que quieran sobre mi vida actual. Si con mi historia puedo ayudar a alguien voy a sentir que mi misión se ha cumplido.
Todo empezó exactamente el 6 de junio de 2009, un día antes de lo que acabo de contar. Fue entre las diez y las once de la noche. Yo estaba en una pizzería acompañada por mi novio de entonces, y sus dos tíos. De repente, me descompuse gravemente. Resulta difícil explicar la sensación precisa que experimenté en ese momento. Lo cierto es que primero sentí una fuerte contracción en la cabeza.
Lo que siguió después es una larga e inexplicable sucesión de hechos insólitos para mí. La camarera del lugar llamó a una ambulancia, me llevaron a un hospital, me acostaron en una cama rodeada de aparatos, lloré sin descanso, me pusieron una sonda para alimentarme, me dormí por no sé cuánto tiempo. Estuve, como dije, muerta o casi hasta la noche del domingo 7. Después sentí voces que me preguntaban cosas. Pero yo no podía responder a ninguna de ellas.
Mi cuerpo estaba paralizado. Mudo en todo sentido.
Muy pronto mi familia estuvo junto a la cama dándome fuerza, aliento y el afecto de siempre. De pronto me perdí en el tiempo y el espacio. ¿Dónde estaba? ¿Qué día era? Estuve quince días en terapia intensiva y mi única tarea ahí era llorar. Un tío me pedía que reaccionara. De día yo sentía un fuerte olor a lavandina mezclada con desinfectante para pisos. Era un perfume agradable que todavía hoy reconozco. Me quedó grabado en el cerebro como tantas otras cosas. Una noche soñé que estaba en mi casa escuchando música. El último día de terapia intensiva coincidió con el de mi cumpleaños, 22 de junio, y recién después me pasaron a una sala común.
Ahí escuché a un médico preguntarle a la enfermera si yo estaba paralítica o algo así. Comprendí entonces, acaso mejor que nunca, lo que me había pasado cuando tuve la contracción en la pizzería.
En julio del mismo año me trasladaron desde Luján a una clínica de rehabilitación de Buenos Aires, ALPI. Eso queda en Palermo, calle Soler, casi Salguero. Cuando oscurecía yo escuchaba el estruendo de los aviones que subían o bajaban de Aeroparque. A las nueve me cambiaban, a las doce y a las tres el personal me rotaba, por escaras, y yo me dormía hasta las cinco.
Después venían de nuevo a cambiarme y así todos los días. Daniel, un kinesiólogo del lugar, me enseñó a decir que sí alzando los ojos hacia arriba y a decir no moviendo los ojos hacia abajo. Fue un avance en camino a recuperar mi contacto con los otros. Poco a poco mis ojos se convirtieron en una gran ventana del alma. Después de eso mi hermano Javier mejoró un ingenioso sistema de comunicación con letras agrupadas, franjas y colores que hizo las cosas mucho más fáciles para mí y para todos los que me rodean. Esta nota, por caso, no podría haber sido escrita sin esa enorme ayuda y mi aprendizaje posterior. Tampoco hubiera sido posible el libro que en abril de este año escribí y publiqué junto a Mateo Hraste, mi padrino, mi hermana Florencia y mis amigas Aldana y Cintia. Se titula Historia de vida contada desde el alma y es una de mis mayores alegrías del último tiempo.
Es cierto que no puedo hablar. Es cierto que no puedo moverme aunque sí trasladarme a cualquier punto si me llevan. Pero sí puedo recordar e imaginar sin límites, como le pasó al protagonista de La escafandra y la mariposa, una película triste y muy fuerte que vi hace tiempo, basada en un problema similar al mío que tuvo el periodista francés Jean Dominique Bauby. Hay algo que recuerdo especialmente. Justo un día antes del estallido atómico, porque también hubo un antes en esta historia, me junté con mis amigas Cintia y Aldana en unaclásica reunión de mujeres muy próximas y compinches. Aldana cocinó canelones con salsa y crema, las tres nos pusimos pañuelos en la cabeza para cocinar y no impregnarnos el cabello con olor a humo y comida.
Fue una noche inolvidable.
Hablamos hasta por los codos de nuestras cosas, de nuestros amores y trabajos, también de los deseos personales de cada una. Pasamos la noche haciendo chistes. En aquel momento les conté a las chicas un gran secreto que mis amigas prometieron no develar nunca. En el medio nos sacamos un montón de fotos, escuchamos música, bailamos, reímos como locas.
Yo tenía 24 años entonces. De ninguna manera podía imaginar que muy pronto estaría metida en un universo de sábanas, cables, médicos, remedios, camillas, enfermeras, sondas. Y cuando estaba ahí tampoco podía llegar a pensar que un día volvería a estar en el jardín de mi casa de Jáuregui, un pueblo muy cerca de Luján, oyendo el canto de los pájaros y volviendo a reír. Si algo aprendí en medio del dolor es que la risa cura las heridas más profundas. Pienso que en cualquier situación es fundamental mantener el buen humor. También para mí, como dice la conocida canción, cambia todo cambia . O, mejor, cambió todo cambió. Por dar solo un ejemplo, en ALPI comía por sonda y hoy, tres años después, ya como por boca.
El 22 de abril de 2010, finalmente, me dieron de alta en ALPI. Recuerdo que era un jueves. Yo estaba triste porque dejaría de ver a mi kinesiólogo, a la fonoaudióloga, a la psicóloga, a los camilleros, a tanta gente que me acompañó en días y meses muy difíciles. Nunca me gustaron las despedidas. Ni siquiera esas que significarían, como fue aquella vez, la vuelta a casa, a mi cuarto, a la convivencia con mi familia y mis amigas.
Los primeros días lloré mucho porque extrañaba al personal del centro de rehabilitación. Pero pronto me sentí rodeada por nuevos y queridísimos profesionales, entre ellos Juliana, una de las enfermeras, y la divina Julieta, mi actual kinesióloga.
En 2011, junto con mi hermano Javier, retomé estudios en la Escuela Normal de Luján. Lentamente pero sin pausa fui recuperando buena parte de mi vida anterior. En diciembre de 2011 logré mi objetivo de ir a ver al grupo Maná en el estadio de Vélez. Es desde siempre mi preferido. Esa fue una noche memorable para mí. Pude escuchar en vivo y por primera vez Rayando el sol, la que se convertiría, no sé por qué, en mi canción preferida.
Rayando el sol /desesperación/ Es más fácil llegar al sol que a tu corazón … La sentí muy profundamente y todavía recuerdo el hermoso momento que pasé durante el recital.
Hoy, aunque cueste creerlo, mi vida cotidiana es muy intensa y animada. Tengo planes de continuar mis estudios, quiero escribir un nuevo libro, esta vez sobre ciencias naturales que es mi especialidad; también leer, escuchar música, ver televisión y películas, vivir con la mayor entrega junto a mis seres queridos.
Sé perfectamente que yo podría haber tomado otra actitud, quiero decir,encerrarme en mí misma, enojarme con el mundo, aislarme en mi enfermedad y convertirme en una resentida. No fue esa mi elección. No lo fue para nada. Tengo entendido que las células nerviosas o neuronas no se regeneran. Pero aun si eso fuera cierto, debo decir que he tenido logros, como poder tragar y emitir algún sonido. Ahora estoy en mi casa de toda la vida, bien rodeada y cuidada por mucha gente que quiero. Basta recordar que hace cuatro años yo estaba en terapia intensiva y con pronóstico reservado. Hoy estoy en mi cuarto pensando y escribiendo esta nota para darme a conocer a otras personas. Recuerdo ahora una película (The Brooke Ellison Story, dirigida por Christopher Reeve) donde se cuenta la historia de una chica que luego de un accidente quedó cuadripléjica y que en los Estados Unidos fue la primera, con ese problema, en graduarse en la Universidad de Harvard. Cuando me enteré de eso le pedí a mi amiga Aldana que hiciera un cartel grande para colgar en mi cuarto con una frase que le dicté como siempre con ayuda de los ojos. Lo que dice resume de la mejor manera lo que hoy siento verdaderamente. 
Hasta Harvard no paro.
Fuente: Diario Clarin

Entrevista a Ricardo Darin donde habló de su rechazo al “star system” y a la ambición, entre otros temas.

A mí me ofrecieron una sola vez una cosa contundente y seria a la que le dije que no y después me empezó a joder un poco que no aceptaban el no como respuesta. Se llamaba Hombre en llamas, el director era Tony Scott. Yo estaba trabajando en España en teatro y lo único que quería era terminar la temporada para venir y estar con mi mujer y mis hijos en mi casa. ¡Me ofrecían hacer un narcotraficante mexicano! ¿Por qué? Para ellos todos los narcotraficantes son latinoamericanos. No me gustó y segundo que quería volver a mi casa”, agregó después Darin. 



Ricardo Darin entrevistado por Alejandro Fantino en su programa televisivo en Argentina "Animales Sueltos": 

Fantino: ¿Es cierto que vos rechazaste una oferta para filmar en Hollywood con Tarantino?.- Darín: Sí, claro.- 
F: Y ¿Por qué?.- 
D: Porque me ofrecieron el papel principal pero tenía que hacer de narco mexicano, y yo le pregunté a su productor por qué los mexicanos tienen que seguir haciendo de narcos si los que más consumen merca a nivel planetario son los yankees.- 
F: ¿Y qué te contestó?.- 
D: Bueno…a ver…la respuesta que me dio me molestó tanto que afirmó que estaba en lo correcto no filmar con Tarantino. Me dijo: “Entonces es una cuestión de plata, diga cuánto más quiere que se la pagamos, usted ponga la cifra”. Es decir, no pueden llegar a ver ni comprender que hay códigos por fuera del dinero que algunos todavía portamos, ¿me explico?.- 
F: Mmm...no…la verdad que no.- 
D: ¿Cómo que no?, Ale, vos sos un tipo piola, tenés que comprender de qué te hablo.- 
F: Pero podrías haber tenido más plata.- 
D: ¿Más plata? ¿ser millonario?...y…¿Para qué?.- 
F: ¿Cómo para qué?...para ser feliz!.- 
D: ¿Feliz con más plata?, ¿De qué me hablás?.- 
F: Bueno…todos quisiéramos tener más plata y ser felices.- 
D: Ale, yo tengo plata, tengo un auto importado de alta gama. Desayuno, ceno y almuerzo lo que quiero y puedo darme dos duchas calientes al día ¿vos tenés idea de cuánta gente del mundo puede darse dos baños calientes al día?, muy poca gente puede darse ese gusto. Y como no me considero un excelente actor, siempre digo que lo mío fue pura suerte ¿me entendés? En este mundo capitalista salvaje yo soy un tipo de muchísima suerte. Yo soy un privilegiado entre millones de personas, y además tengo la suerte de poder ver eso en mí, que me permite tener una buena cuenta bancaria y no creérmela. Yo me puedo ver desde afuera y me digo “Puta, loco, qué suerte que tuviste”.- 
F: Pero hubieras filmado en Hollywood…y no podés negarme que de Tarantino al Oscar hay un paso.- 
D: Creo no me sé explicar bien…yo ya estuve en la ceremonia de los Oscar y no me gustó, todo es de plástico dorado, hasta las relaciones entre las personas. Fui, la pasé lindo, lo disfruté…pero ese mundo no es lo mío, no es lo que yo elegí en esta vida.- 

F: Realmente me asombrás, Ricardo…te hacía más realista…más con los pies sobre la tierra.- 

D: Mirá qué casualidad !!!…yo a vos también.-

18 de Septiembre de 2013

Las 8 Mentiras de mi Mamá (feliz día)

Esta historia comienza cuando era niño… nací pobre.  A menudo no teníamos suficiente qué comer.  Cuando teníamos algún alimento, Mamá solía darme su porción de arroz.  Mientras pasaba su arroz a mi tazón, solía decir: “Cómete este arroz, hijo, yo no tengo hambre”.  Aquella fue la primera mentira de Mamá.
Al crecer, Mamá renunció a su tiempo libre para pescar en un río cercano a nuestra casa; ella esperaba que de los peces que pescase, me podría dar proveer de un alimento más nutritivo para mi crecimiento.  Una vez, cuando sólo había pescado dos peces, hizo sopa de pescado.  Mientras tomaba la sopa, Mamá se sentó a mi lado y comió lo que quedaba en el hueso del pez que me había comido; mi corazón se estremeció al verla.  Una vez que le pasé el otro pescado, lo rehusó y dijo: “Cómete el pescado, hijo, a mí en realidad no me gusta el pescado”.  Esa fue la segunda mentira de Mamá.
Cuando, para poder pagar mi educación, Mamá fue a una fábrica de fósforos para traer a casa algunas cajetillas usadas, las que llenaba con cerillas nuevas.  Esto la ayudaba a ganar algún dinero para cubrir nuestras necesidades.  Una noche invernal me desperté y hallé a Mamá llenando las cajetillas a la luz de una vela.  Así que le dije: “Mamá, vete a dormir; es tarde, puedes seguir trabajando mañana en la mañana”.  Mamá sonrió y dijo: “Vete a dormir, hijo, no estoy cansada”.  Esa fue la tercera mentira de Mamá.
Cuando tuve que hacer mi examen final, Mamá me acompañó.  Después del amanecer, ella me esperó por horas en el calor del día.  Cuando sonó la campana, corrí a encontrarme con ella… Mamá me abrazó y me dio un vaso de té que había preparado un termo. El té no era tan fuerte como el amor de Mamá.  Viéndola cubierta de sudor, de una vez le pasé mi vaso y le pedí que tomase también.  Mamá dijo: “Toma tú, hijo, que yo no tengo sed.”  Esa fue la cuarta mentira de Mamá.
Tras la muerte de Papá, Mamá tuvo que desempeñar el papel de ambos.  Mantuvo su empleo anterior; tenía que satisfacer sola nuestras necesidades.  Nuestra vida familiar se tornó más complicada, pasábamos hambre.  Viendo empeorar nuestra condición familiar, mi bondadoso tío, quien vivía cerca a nuestra casa, vino a ayudarnos a resolver nuestros problemas grandes y pequeños.  Nuestros otros vecinos vieron que estábamos en pobreza por lo que aconsejaban a Mamá que se volviera a casar.  Pero ella rehusó casarse de nuevo diciendo: “No necesito amor”.  Esa fue la quinta mentira de Mamá.
Al terminar mis estudios y obtener un empleo, llegó el tiempo para que mi anciana madre se jubilase pero ella siguió yendo al mercado cada mañana para vender algunos vegetales.  Yo le seguía enviando dinero pero ella era persistente y aún me enviaba de vuelta el dinero diciendo: “Tengo suficiente”.  Esa fue la sexta mentira de Mamá.
Seguí mis estudios de maestría a tiempo parcial.  Financiado por la corporación estadounidenses para la cual trabajaba, tuve éxito en mis estudios.  Con un gran aumento en mi salario, decidí traer a Mamá a disfrutar la vida en los Estados Unidos pero ella no quiso molestar a su hijo.  Me dijo: “No estoy acostumbrada a vivir por lo alto”.  Esa fue la séptima mentira de Mamá.
En su vejez, Mamá fue atacada por el cáncer y tuvo que ser hospitalizada.  Como ahora vivía al otro lado del océano, fui a casa a ver a Mamá, quien se hallaba encamada tras una operación.  Mamá intentó sonreír pero yo estaba quebrantado por verla tan delgada y frágil.  Pero Mamá dijo: “No llores, hijo, no me duele”.  Esa fue la octava mentira de Mamá… y diciéndola, falleció.
Autor Desconocido.
Fuente: www.motivateus.com

Hábitos de las personas verdaderamente felices

LA FELICIDAD, AUNQUE TIENE FAMA DE SER UN ESTADO DIFÍCIL O AUN IMPOSIBLE DE CONSEGUIR, PUEDE VERSE SIN EMBARGO COMO UNA COINCIDENCIA DE CIRCUNSTANCIAS, LA SUMA DE ELEMENTOS QUE, COMO ESTOS HÁBITOS, CUANDO SE REÚNEN NOS HACEN UN POCO MÁS FELICES DE LO QUE ÉRAMOS.

La felicidad es, casi desde cualquier punto que se le mire, uno de los propósitos más esenciales del ser humano. Las definiciones de felicidad, aquello con que esta se identifica, pueden variar si toman en cuenta circunstancias culturales e históricas, pero quizá, después de todo, lo que permanezca constante sea la búsqueda de la felicidad como una de las metas que han orientado desde siempre muchas de las acciones humanas.
¿En dónde se encuentra la felicidad? ¿En la calidad de las relaciones que mantenemos con nuestros semejantes? ¿En el dinero que ganamos por lo que hacemos? ¿En las cosas que compramos? ¿En la calidad de nuestra alimentación? ¿En la frecuencia de nuestras relaciones sexuales? ¿En los hábitos nos brindan bienestar corporal? ¿En el bienestar intelectual? ¿En la estabilidad de nuestras emociones? ¿Dónde?
Es posible que ahí y también en otros lugares, que sea al mismo tiempo un elemento que hace la diferencia y, por otro lado, una suma, una coincidencia de múltiples factores que, reunidos, otorgan ese improbable estado que conocemos como felicidad.
La ciencia, por su parte, no ha permanecido ajena a este asunto, y existen numerosas investigaciones que alguna aportación tienen al respecto.
A continuación enlistamos algunos de estos estudios, según los cuales existe un puñado de hábitos que, al tenerlos, nos ayudarán a conseguir o a acercarnos un poco el fuego vital de la feclidad.
Las personas felices conviven con personas felices
La felicidad es contagiosa. Investigadores de la Framingham Hear Study estudiaron por más de 20 años a personas que se encontraban preferentemente entre personas felices, descubriendo que de esta manera aumentaba su probabilidad de que ellas mismas fueran felices en el futuro. 
Sonríen cuando tienen que hacerlo
La sonrisa puede o no ser un gesto común, frecuente: en buena medida depende del individuo. Si este tiene pensamientos positivos, felices, igualmente puede ser que una sonrisa acuda con más facilidad y naturalidad a su rostro. Curiosamente, según algunos estudios falsear una sonrisa durante una situación poco agradable puede empeorar el estado de ánimo. 
Perseverancia.
Peter Kramer, psicólogo, asegura que la perseverancia y no la felicidad es lo opuesto de la depresión. Al parecer si hay algo que distingue a quienes son felices es su actitud ante el fracaso: siempre saben reponerse. 
Intenta ser feliz
Un par de estudios publicados recientemente sostienen que basta con intentar ser feliz —con proponérselo, con buscarlo— para fortalecer el bienestar anímico, en especial en esos ámbitos que implican emociones positivas. 
Celebrar también los pequeños triunfos
Los triunfos personales, casi sin excepción, nos llenan de felicidad. Sin embargo, lo usual es pensar estos como las grandes victorias, aquellas que se consiguen solo a costa de esfuerzo y aun sacrificio. ¿Pero qué pasa con los triunfos más modestos que se tienen cotidianamente? ¿No puede considerarse también digno de reconocimiento llegar puntualmente a una cita, terminar un libro, haber hecho reír sinceramente a alguien? 
Gusto por los placeres sencillos
Como en el punto anterior, en el caso del placer existe también un reino de lo sencillo, lo minúsculo quizá, que a veces pasa desapercibido pero es capaz de proveer tanta o más satisfacción que los llamados grandes placeres. Darle sentido a las pequeñas acciones, ser agradecido con los dioses mínimos de la vida, está asociado con una sensación generalizada de regocijo. 
Las personas felices hacen el bien a los demás
La felicidad puede mirarse también como un circuito que se nutre a sí mismo y así se sostiene (y de paso sostiene al mundo): hacer feliz a alguien tiene como consecuencia que otra persona haga feliz a ese primero de la cadena. Solo que, claro, aquí no hay primeros, ni últimos, sino solo una fuerza que se mantiene circulando entre quienes emprenden acciones en beneficio de otros. Según se publicó hace poco, por ejemplo, el trabajo voluntario repercute positivamente en tu salud. 
Dejarse llevar
Cuando hacer algo nos complace, es muy frecuente que perdamos la sensación del transcurso del tiempo. Aquello que hacemos es tan satisfactorio, que todo lo demás deja de importarnos, incluso el paso de los minutos. Al parecer entregarse de esta manera a una actividad altamente satisfactoria —que también implica motivación y cierto grado de desafío— es importante para sentirnos felices. 
Profundidad de una conversación
Hace poco la revista especializada Psychological Science publicó un estudio en el que mostró cierta tendencia de las personas felices por preferir conversaciones profundas, sustanciosas, en vez de plásticas sobre temas menores o banales. Al parecer es notablemente más satisfactorio hablar, por ejemplo, de la situación sentimental por la que se atraviesa en ese instante y no, digamos, del clima. 
Gastar el dinero en otras personas
El dinero no compra la felicidad, pero al parecer, cuando se gasta en otras personas y no en uno mismo, aumenta la sensación de ser feliz. Al menos eso es lo que sostiene esta investigación. 
Saber escuchar
Escuchar puede considerarse una de las habilidades fundantes del ser humano. Escuchar implica reconocer la existencia del Otro, respetar su visión de mundo, estar dispuesto a conocerla y aun aprender algo de ello. Escuchar requiere y genera confianza. Escuchar hace al Otro sentirse acogido, útil en el sentido de que sus palabras transformaron de algún modo la realidad de la persona que verdaderamente las escuchó. 
Preferencia por las relaciones cara a cara
En nuestro tiempo pareciera que la tecnología de telecomunicaciones que tenemos a nuestra disposición es más que suficiente para estar en contacto con nuestros amigos, familiares e incluso nuestra pareja. La nuestra parece una soledad inédita, una soledad acompañada: una persona puede pasar todo el día frente a su computadora y, aun así, haber entrado en contacto con decenas o miles de semejantes, algunos más queridos que otros. Con todo, el movimiento anímico que implica tomar un autobús, un taxi o un avión para ir a ver a un ser querido —y después de esto, efectivamente verlo, estar con él— tiene repercusiones en nuestra necesidad de sentirnos parte de algo o de alguien, además de que el contacto físico disminuye las sensaciones ligadas con la ansiedad.
Ver el lado bueno de las cosas
El optimismo, tan atacado desde hace varios años, tiene sin embargo sus virtudes, quizá la principal el hecho de que ver el lado bueno de las cosas disminuye el estrés y sus síntomas, además de que incrementa nuestra tolerancia al dolor. Un estudio reciente mostró que tener una actitud positiva mejora la salud de quienes tienen padecimientos cardiacos.
Aprecia la música
La música, como una de las manifestaciones más elevadas del espíritu, mucho tiene que ver en la consecución de la felicidad. En esta investigación, por ejemplo, se notó que la música que escuchamos puede afectar la manera en que percibimos el mundo: una tonada triste nos hará ver un mundo triste, mientras que una feliz quizá aumente esa misma felicidad para el mundo.
Desconéctate
Aunque se trata de un fenómeno demasiado cercano (todavía) para estudiarse, varias voces han señalado ya los alarmantes niveles de ansiedad que acompañan nuestra vida perpetuamente conectada. El teléfono portátil, la computadora y otros gadgets mantienen casi de tiempo completo una parte de nosotros en ese otro mundo que es Internet y sus territorios. El fin de semana pasado el escritor estadounidense Jonathan Franzen publicó en The Guardian un ensayo en el que, entre varias otras cosas, denuncia este vicio del mundo contemporáneo en el que “tenemos que decir adiós a la estabilidad laboral y hola a una vida llena de ansiedad. Nos tenemos que volver tan incansables como el capitalismo”. Ante este panorama, ¿desconectarse no parece una alternativa deseable para la salud emocional? ¿Qué pasaría, por ejemplo, si dejaras Internet por un año?
 La importancia de la espiritualidad
El cultivo de la espiritualidad nos hace reconocer que somos algo más que materia. Que una parte muy importante de nosotros está hecha de elementos intangibles pero valiosos. En casi todos los casos la espiritualidad y el reconocimiento de lo sagrado en el mundo nos hacer ser agradecidos, generosos, pacientes, tolerantes, además de otras actitudes que, cuando practicadas, redundan en nuestra propia felicidad.
Ejercítate
Es sabido que el ejercicio físico libera endorfinas, además de otras sustancias neuroquímicas quemodifican nuestra actitud frente al mundo, casi siempre otorgándonos una sensación satisfactoria de la realidad. El ejercicio disminuye el estrés y algunos síntomas de la depresión, además demejorar nuestras habilidades cognitivas y hacernos apreciar más nuestro cuerpo.
Busca la naturaleza
Una caminata de veinte minutos revitaliza, tanto el cuerpo como la mente y el espíritu. De acuerdo con numerosos estudios, el contacto con la naturaleza despierta las sensaciones de bienestar y felicidad en quien así lo experimenta.
Duerme bien
Ríe tanto como puedas
Reír es más que una expresión: es toda una reacción química de nuestro cuerpo en la cual se liberan sustancias que combaten el dolor y la tensión, fortalecen el sistema inmune e incluso,como el ejercicio físico, controlan el apetito y reducen el colesterol.
Fuente: Pijama Surf